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El Wall Mapu

Todos los pueblos y las culturas, en cualquier época y circunstancias, van ordenando y nombrando su mundo inmediato y lejano, allá hasta donde alcanza a abarcar su propio concepto del universo. Los pueblos se ubican en su cosmos estableciendo determinadas lógicas temporales y espaciales, en gran medida de acuerdo al lugar donde florecen, se achican o agrandan, se pierden o ganan. La mapuche no es evidentemente una cultura que mire hacia el mar, ni como referente principal de su dispositivo heredado ni como una dimensión probable para ser culturizada en su vastedad. La relación mapuche de la zona central de la Araucanía con el mar, acaso nunca fue de evidente potestad como para que, por ejemplo, en su cosmogonía aparecieran héroes míticos que hayan venido de alta mar a bordo de una canoa sorteadora de marejadas y cataclismos. El mar aparece en la mayoría de nuestros relatos en oposición complementaria a una tierra donde la especie humana se redime del exclusivo dominio del agua y asienta. Incluso en las zonas Lafkenche aledañas al océano, se accede a éste y se obtiene beneficio circunstancial sólo en sus orillas y entorno inmediato. El acceso mar adentro generalmente ha estado circunscrito a historias de restricciones fabulosas como la piedra Mankian o al Nometulafken -la tierra al otro lado del mar- donde para algunos mapuche van a parar los espíritus de los muertos. Este lugar, sin embargo, no es tan lejano e inaccesible como para que no se vea en forma de isla desde la tierra firme, pues el viaje de los espíritus trasmutados no es tan largo. Por otra parte, las canoas tradicionales -wampos-, que en imitación a sus similares del mundo de los vivos trasladan a esos pasajeros en la muerte, nunca fueron diseñadas para largos viajes marítimos.
En tiempos de fulgor de los napülkafe, ambos océanos, el Pacífico y el Atlántico, uno cercano por origen y el otro conocido por aventura, constituyeron las antípodas, la conciencia del fin de la tierra firme a ambos extremos de los caminos. Fue así porque ambos delimitan en sus ribetes externos precisamente la totalidad significativa del concepto Wall Mapu. Fue esa plataforma extendida y sus altibajos contenidos entre uno y el otro lafken, donde se expresó y aún se expresa lo esencial de la cultura mapuche tradicional, que a todas luces ha ordenado su perfil mirando tierra adentro. El ángulo inicial del espectador sapiente de esa mirada, según todas las evidencias, se estableció desde tiempo inmemorial teniendo a sus espaldas las costas del Pacífico. El macizo andino con sus múltiples accidentes y circunstancias, es el telón de fondo, el punto de fuga de los primeros golpes de vista en la mañana de la cultura y los días, ojeadas que naturalmente se enfocan hacia el oriente, tierra de cerros y seiñ -volcanes vigorosos- donde por germinación y auspicio en rogativas, se piden beneficios y poder. Toda tierra que en preeminencia se eleva por sobre el plano, un simple peñón rocoso o la cima de los volcanes y cerros, también los adkintuwe - miradores de altura - eran accidentes de enorme importancia en la configuración del mapa mental del territorio independiente. Desde allí se podía tener una visión con profundidad de un paisaje que a ras de suelo estaba delimitado en su perspectiva por declives y frondosos bosques.

También esa mirada mapuche se posó en tiempos anteriores en los puntos cardinales extremos, por eso existe un norte y un sur siempre avistados, pero que, a lo largo de la trayectoria histórica post-contacto con los europeos, fueron delimitados por una presencia extranjera de la cual ya no fue posible desligarse. La frontera del Bío Bío clausuró ya a mediados del siglo xvii el límite norte y salvó a los que allí se quedaron y que a comienzos del siglo xix pasaron a ser Pueblos de Indios. Ser mapuche ya era sinónimo de gente al sur del Bío Bío y hasta Chiloé. Un sur que en su diversidad de identidades y formas culturales también estaba seccionado por los enclaves heredados de los españoles y más tarde por la temprana colonización europea. Entonces, quedaba abierta la vista hacia el oriente, hacia la tierra que estaba detrás de esas montañas nevadas, por donde sale el sol y donde naturalmente se enfoca la mirada al salir por la puerta principal de las rukas.
El amplio complejo de huellas habilitadas por caravanas de viajeros en medio del paisaje natural ancestral, era verdaderamente el eje de aquella orientación que eficaz y libre duró hasta fines del siglo xix. Los caminos -rüpü- no estaban trazados al azar en el medio de ese territorio, pues bien asentían a comunicaciones y tráficos que probablemente hayan existido por estas tierras ya desde antes de los españoles. Al parecer una huella central, equivalente a la carretera longitudinal actual, interrumpida por sectores poblados y todo lo que contenía un marco natural poco intervenido, era la columna vertebral de ese territorio. Desde la frontera del Bío Bío esta era la ruta que usaron desligarse. La frontera del Bío Bío clausuró ya a mediados del siglo xvii el límite norte y salvó a los que allí se quedaron y que a comienzos del siglo xix pasaron a ser Pueblos de Indios. Ser mapuche ya era sinónimo de gente al sur del Bío Bío y hasta Chiloé. Un sur que en su diversidad de identidades y formas culturales también estaba seccionado por los enclaves heredados de los españoles y más tarde por la temprana colonización europea. Entonces, quedaba abierta la vista hacia el oriente, hacia la tierra que estaba detrás de esas montañas nevadas, por donde sale el sol y donde naturalmente se enfoca la mirada al salir por la puerta principal de las rukas.

El amplio complejo de huellas habilitadas por caravanas de viajeros en medio del paisaje natural ancestral, era verdaderamente el eje de aquella orientación que eficaz y libre duró hasta fines del siglo xix. Los caminos -rüpü- no estaban trazados al azar en el medio de ese territorio, pues bien asentían a comunicaciones y tráficos que probablemente hayan existido por estas tierras ya desde antes de los españoles. Al parecer una huella central, equivalente a la carretera longitudinal actual, interrumpida por sectores poblados y todo lo que contenía un marco natural poco intervenido, era la columna vertebral de ese territorio. Desde la frontera del Bío Bío esta era la ruta que usaron trazada al arbitrio de algún acuerdo o capitulación. Existe, es plenamente tangible y en muchos de sus puntos es casi inexpugnable. Por eso es que hasta hoy día, salvo el caso de los pasos habilitados, trazados sobre antiguas huellas mapuche, son conocimiento exclusivo de iniciados y en otros tiempos poderío de quienes conocían sus secretos y controlaban sus rutas de acceso.

Boquetes cordilleranos como el de Villarrica (actual Mamüll Malal), al parecer el más antiguo y reputado dada su transitabilidad casi ininterrumpida durante todo el año; el de los lagos Lacar y Pirihueico (que corresponde al actual paso Huahum) y los de Ranco y Riñihue, fueron conocidos y utilizados desde muchos años. Otra gran cantidad de pasos menores, muchas veces son sólo transitables en tiempo de verano. Importa aquí mencionar que falta el desconocido paso de Carrerriñe por donde pasó y volvió del Puel Mapu la expedición de Pascual Koña, que en la zona del lago Huechulafquén conocen como Paimún o de los volcanes, ya que en su trayecto pasa por una ruta que bordea los volcanes Lanín y Quetrupillán.
Es bien probable que, cuando los caballos pasaron a ser parte y requisito ineludible del repertorio cultural mapuche, sólo ahí fue que el concepto de Puel Mapu debió cristalizar en promesa de prosperidad y aventura desafiante para los jinetes nguluche. Ese fue el tiempo en que las montañas nevadas tuvieron que abrir sus secretos y darle paso a algunos viajeros, los que pedían permiso y augurios en Kuramalal, el templete de piedra que vigilaba la entrada a las cumbres cordilleranas, allí donde los Napülkafe por obligación debían pasar a pedir fuerza y buen augurio, para poder continuar su ruta. Un viaje exitoso al Puel Mapu era aquel que de vuelta traía el poder -newen- que allá se conquistaba, que otorgaban riqueza y larga vida a quienes lo poseían y que, según su fuerza, podía alcanzar a sus descendientes. En la memoria colectiva usualmente esos poderes estuvieron asociados a piedras de color azul o verde: “de esas piedritas que dicen que tienen poder… si uno no sabe usarlo termina la persona… eso hay en Argentina, de esas piedras poderosas que andan caminando…
(Rosa Kuriwentro). Otras piedras “a veces las utilizan para ciertas afecciones... las hierven y con el vapor de esas piedras, dicen que se mejoran”. Se mencionan además las piedras blancas llamadas mallo, que tienen características parecidas a las anteriores. “Piedras que traían secreto... como le llamaban, lo molían así y lo tomaban […] Para circular la sangre, pá tener fuerza la sangre..”, afirma don Brunildo Ñankulaf.

El expertizaje ecuestre, trazó huellas por aquí y por allá, que como las venas de un vertebrado, buscaron el mejor vado, arreglaron el desfiladero por la falda del cerro, se adaptaron a los declives y precipicios y finalmente se abrieron paso hacia donde los ríos corren al revés. Del otro lado apareció primero una franja parecida a la última antes de la montaña del lado occidental. Después de esa tierra quebrada y su bajada inmediata se empezó a llamar Waiduf Mapu, que también podría ser nombre de toda tierra detrás de un cerro o montaña y hasta se utilizó para los que viajaban al revés. Ese Waiduf Mapu, umbral perfecto del itinerario hacia aquel horizonte que de tan lejano es azul, semeja ese golpe de la mirada, que de una sola ojeada permitió a Pascual Koña mirar hacia el oriente y adelantar en su silueta, la promesa de su arribo. Únicamente cuando desaparece todo rastro de colinas y árboles, bastante más adentro del actual límite fronterizo que hace que hoy existan mapuche chilenos y argentinos, sólo ahí empieza a desplegarse el verdadero Puel Mapu. Que en palabras de don Manuel Mankepi, es hasta donde llega la tierra, porque si doy un paso más piso en el agua. Puel, este es Puel para nosotros, cuando dicen Puelmapu... la tierra dura, donde podemos pisar, después ya encontramos agua no más. Puelmapu…

Las llanuras pampeanas, el Puel Mapu en todo su rigor, atrajeron irremediablemente a los nguluche por su lejanía y riquezas latentes. En aquella tierra no había términos medios; o se regresaba poderoso en prestigio y ganados, o se moría en el intento. Tierra en que se dio la sorprendente paradoja que elementos culturales traídos por los europeos, como las vacas y caballos, encontraran sin quererlo el hábitat ideal para reproducirse libremente y a la vez enriquecer orgánicamente el suelo que llegó a contener miles y miles de cabezas. Este sorprendente mecanismo operó con una rapidez inusitada cambiando no sólo el aspecto objetivo del paisaje, sino que el imaginario cultural de varios pueblos. El Puel Mapu comenzó entonces a ser fabulado en los bosques húmedos occidentales a partir de las noticias que traspasaron la cordillera y anunciaron tiempos de riquezas y expectativas. Estas referencias de seguro llegaron al Ngulumapu acompañadas por imágenes tan arrebatadoras como el mar de caballos alzados y sin dueños que llegó a rodear por un lapso de tres semanas a un viajero de mediados del siglo XVIII.

Esta imagen se adhirió en lo más profundo de las conciencias y fantasías y en su expresión concreta hacía recorrer miles de kilómetros a los napülkafe occidentales, en viajes que duraban a veces dos o tres años. Un viajero estaba obligado por ese imaginario a volver con señales de su paso por aquellos parajes y sus ademanes de distinción eran las tropillas de caballos, guiados por la campana de la “madrina” -la potranca guía de la tropilla- que a los lejos anunciaban su regreso, los recuentos infinitos y los agasajos de los parientes o de la kastaimpe, esposa que esperó a su marido viajar

Fuente: VOCES MAPUCHES, Mapuche Dungu, editado por Carlos Aldunate y Leonel Lienlaf

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Comentarios

16-06-11
Felicitaciones profesor por los 4 años de esfuerzo y mucha creatividad. Esta pagina siempre muestra novedades que inspiran.
Profesora Magdalena
11-06-11
Profesor el juego de cartas esta espectacular es muy entretenidooooo
Constanza garcía 5° A
10-03-11
Profesor gracias por la pagina que me ayudo arto tambien en los exámenes del año pasado ojala que siga asiendo mas cosas para estudiar.
Alonso Alé,6ºB.
30-10-10
Agradezco enormemente la posibilidad que usted le ha brindado a mi hijo para ser entrevistado y con ello ser reconocido como un alumno destacado, esto ayuda mucho a su autoestima y lo incentiva a ser cada día mejor, los estímulos positivos que usted otorga a sus alumnos son de gran ayuda en su crecimiento personal, siga siempre así con ellos, con el tiempo le recordarán y agradecerán por estos detalles.
Muchas gracias,
Saludos Andrea (Mamá de Sebastián).
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20-10_10
Hola...te felicito por tu página, encuentro genial tu iniciativa o esto lo hacen todos los profesores que trabajan contigo en el colegio Amanecer???... Yo tb. soy profesora y la verdad me encantaría tener algo parecido, pero la verdad no me manejo mucho....me encanto!!!!... tb. soy muy dedicada y preocupada por mis clases y relación con mis niños y apoderados...pero este nivel lo encuentro simplemente...MARAVILLOSO...
(sin nombre)
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15-08-10
Profesor Ricardo: Gracias por la gestion de darnos las fechas de evaluaciones venideras nos facilita la supervisiòn de que estudien y hagan sus trabajos como corresponde. Atentamente
Fabiola Morales Tapia................................... 29-06-10 "Como lo dijeron varios papas , le agradezco este blog, me facilita mucho el poder estudiar con mi hijo ojalá que todos los profesores tuvieran esta iniciativa, al completar puzzle entendimos más a los pueblos precolombinos GRACIAS PROFE" Apoderado de 5° básico A